"Todos tenemos una pequeña máquina autómata generadora de texto". Entrevista con Julián Galay antes de montar 'La estructura inerte' en la BP.17


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Programa N° 601. Julián Galay es un artista que trabaja con los vínculos. Lo conocimos como músico integrante del Ensamble Chancho a cuerda, pero su universo artístico se fue expandiendo más y más gracias a que él mismo fue saltando fronteras hasta liberar su deseo de abarcar otros espacios, otras disciplinas y otras artes. Hace un año ya nos había dicho: "Todo lo que tiene que ver con el arte me interesa" [ver acá]. Hoy habla como si la división entre arte y no arte no existiese, como si no pudiese concebir el mundo más que como un lugar cuyo único interés radica en que todo es factible de ser utilizado como material artístico. En ese trabajo, los vínculos son parte fundamental del proceso y de la obra que acaba de estrenar. "Lo performático en mi obra trata de eso: de los vínculos, de los mecanismos de trabajo y de los métodos de producción", nos dijo.

La cosa es que en el marco de la II Bienal de Performance inauguró (hoy viernes) La estructura inerte, su segunda obra multidisciplinaria. Se puede volver a ver sábado 20 y domingo 21 de 15:00 a 19:00 hs en el espacio cheLA, Iguazú 451 (estación Parque Patricios de la línea H).

Copiamos una parte de la gacetilla: Este nuevo trabajo, creado especialmente para la sala Colectivo Hipermediático de cheLA y BP.17, presenta en el centro de un galpón una enorme isla de diecisiete metros de largo con cuarenta y cinco kilos de tierra. Parlantes resuenan y dialogan con el espacio vacío produciendo un coro de murmullos; suena una colección de sueños de los artistas participantes de BP.17. La isla está cubierta por un bosque de árboles secos en miniatura. Entre ellos se ven algunos edificios abandonados, todavía encendidos. Sobre este micro mundo, a noventa centímetros de altura, nueve vitrinas a escala real contienen naturaleza detenida. El objetivo es apropiarse del mecanismo de los sueños ajenos, usarlos como pequeñas máquinas autómatas generadoras de texto. A lo largo de los primeros siete días Julián Galay, sin ayudantes y con su propio cuerpo, construye la instalación. Lo íntimo, lo privado y lo ajeno, las colecciones y las obsesiones personales inventariadas y catalogadas se concentran en una misma habitación.

Recapitulamos: un galpón,
una isla de tierra cubierta por un bosque en miniatura de árboles secos, naturaleza detenida y parlantes distribuídos meticulosamente de donde salen veinticuatro narraciones distintas de veinticuatro artistas participantes de la bienal a los que Julián les pidió que graben un sueño. Se pueden escuchar, superpuestas unas con otras, las voces de Albertina Carri, Amalia Tercelan, Ana Gallardo, Andrés Belfanti, Christian Falsnaes, Dudu Quintanilha, Emilio García Wehbi, Gastón Pérsico, Liliana Porter, Lola Arias, Luciana Acuña, Magy Ganiko, Manuela Sol Anquino, Marcelo Delgado, Marcos Perearnau, Marina Otero, Ismael Verde, Nazareno Pereyra, Santiago Sierra y Victoria Boulay.

Algunos de esos sueños los compartimos al aire. Julián los fue eligiendo en vivo según lo dictaba el momento. La experiencia fue sorpresiva. En la obra no se va a saber quién dice qué, por lo tanto respetamos el anonimato de los soñadores. Escuchamos un relato en danés donde se aprecia lo hermoso y extraño de un idioma y una articulación diferente, a un argentino que sueña con su abuelo de la infancia, a una directora que dice estar contando el sueño más erótico que tuvo en su vida y otra reconocida dramaturga que se despertó de madrugada y al instante agarró el celular para grabar lo que acababa de soñar. Con ese nivel de compromiso se tomaron la tarea quienes participaron. 

Nos contó que él tenía una "pequeña teoría" y es que algunos artistas cuya obra conoce bien, cuando sueñan lo hacen como si estuviesen dando forma a una obra. "Es increíble, uno no puede saber ya si la obra influye al sueño o viceversa. No importa, pero es increíble cómo son muy representativos de la obra que hace cada uno".

"Lo performático en mi obra trata de eso: de los vínculos, de los mecanismos de trabajo y de los métodos de producción. La obra en sí podría ser una instalación. En la obra final no hay algo performático más alla de que se trabaja con los sueños de los artistas y a mí me interesaba la idea de llevar una performance sonora, llevar algo muy íntimo y comprometido de artistas, y que no estuviera el cuerpo (cuando justamente la idea de la performance es que estuviera el cuerpo)"

Sabedor de que meterse con los sueños es meterse con la intimidad ("incluso de una manera conmovedora", nos dijo), hizo un trabajo previo con sus amigos antes de encarar el pedido a los artistas que forman parte de la Bienal. Una vez que vió y escuchó que funcionaba, empezó el trabajo de convencimiento. "El sueño no podía estar leído, sino que lo tenían que recordar mientras lo contaban. Incluso cuando uno dice: '¿Estoy inventando lo que me acuerdo?'. En muchos de los sueños se da una respiración que uno no tiene cuando habla. A mi me interesa ese momento donde el sueño es eso, es lo que uno está recreando. Ese momento donde la memoria con el consciente van intentando reconstruir algo que quizás ni siquiera es tan lineal. Uno a veces tiene un sueño que dura diez minutos, pero lo sueña en dos segundos, ¿no? Es mucho más complejo el funcionamiento del sueño, entonces al recrearlo siempre de alguna manera uno lo va a estar creando".

Galay aclara que no le interesa interpretarlos: "Me interesa más que todos tenemos una pequeña máquina autómata generadora de texto. Es increíble la cantidad de texto, imagenes, colores, sensaciones, estructuras, obritas que generamos sin parar. Hablaba con un amigo de mi viejo que me decía: ´Qué desperdicio´. Él anotaba sus sueños y me los leía y le parecían alucinantes. Hablábamos de eso, qué desperdicio todas estas mentes diferentes generando y generando. La idea era apropiarse un poco de eso".

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La conversación completa la pueden descargar ACÁ.

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La charla merece escucharse entera. Un dato que pasó desapercibido y dimensionamos una vez que volvimos a la entrevista es este párrafo respecto de su trabajo para La estructura inerte donde remarca la importancia de los vínculos con la que empezamos el post: "Son trabajos donde disfruto mucho trabajar en colaboración. Yo sé que hay muchas cosas que no sé, entonces también es un disfrute trabajar con gente especialista en otras ramas con la que puedo dialogar y construir. Incluso en esta obra donde supuestamente trabajo solo (esa era la idea inicial), naturalmente, por cómo llevo la amistad y los vínculos, se fue dando que se generó un equipo de trabajo. Por eso me parece interesante lo de la Bienal de Performance, porque casi que lo performático en mi obra trata de eso: de los vínculos, de los mecanismos de trabajo y de los métodos de producción. La obra en sí podría ser una instalación. En la obra final no hay algo performático más alla de que se trabaja con los sueños de los artistas y a mí me interesaba la idea de llevar una performance sonora, llevar algo muy íntimo y comprometido de artistas, y que no estuviera el cuerpo (cuando justamente la idea de la performance es que estuviera el cuerpo). Había ahí una chicana desde lo sonoro".

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La expansión más allá de la música. "Pienso que es algo que yo tenía latente desde chiquito. Por ahí hubo algo personal o familiar que lo disparó, pero es algo que estuvo latente desde siempre, incluso en mis juegos. Estudiaba pintura, dibujo, teatro, literatura, iba al Instituto Vocacional de Arte, que es público, donde se hacen todas las disciplinas. Había un interés y sentía bastante conflicto cuando tenía que especializarme y estar ocho años estudiando bajo eléctrico. Por suerte lo hice, porque me dió una herramienta con la que ahora yo puedo dialogar con Chancho a Cuerda, pero llegó un momento en que llegué a un piso que ya me servía y empecé a liberar unas ganas muy grandes de abarcar otros espacios".

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