Algunas editoriales publicadas por LNP los últimos 24 de marzo

Vicente Massot, hijo de Diana. Cuentan que el 24-03-1976 se paseó eufórico por la redacción junto a su madre festejando la asunción de la dictadura y provocando a los trabajadores que un tiempo antes habían realizado un paro reclamando un franco cada 4 días. Tenía 20 años.


2004
Título: "24 de marzo"

Contrariando al presidente Kirchner y a sus socios, los grupos que medran con los derechos humanos, todos los cuales abrazan hoy la causa que en la década del '70 llevaron adelante las organizaciones subversivas, conviene hacer un poco de memoria sobre los días que precedieron al 24 de marzo de 1976.


En esas vísperas, ya la sociedad argentina se había convencido de que terroristas y guerrilleros del ERP, de los montoneros y de otras bandas perseguían un mismo propósito: destruir o disolver el orden social vigente, para instaurar después su propia dictadura.


No otro sentido podía tener la sucesión de asesinatos, secuestros, ataques a las comisarías y a las unidades militares y las bombas lanzadas indiscriminadamente con la intención deliberada de que alcanzasen a todos y, en especial, a las víctimas inocentes, más eficaces para infundir la sensación de terror a la comunidad entera.


Las bandas que practicaban el terror parecían invulnerables. Las fuerzas de seguridad y la justicia cumplían con su deber. El recurso del que se valía el gobierno de Isabel Perón, ensayado antes por el propio Perón, el de la lucha clandestina a cargo de las Tres A, no sofrenaba a las organizaciones de terroristas. Estas, originalmente financiadas desde el extranjero, habían logrado una inatacable fuente de ingresos locales en el secuestro extorsivo, o su amenaza para arrancar contribuciones mensuales a las grandes empresas.


Sólo un rumor, todavía incierto, quedaba para la esperanza: la intervención abierta de las Fuerzas Armadas. De ahí que, al hacerse cargo del gobierno, fueran saludadas por la unanimidad de la opinión y se les otorgase tácitamente la más amplia libertad en los procedimientos a aplicar como remedio heroico. Nadie se opuso, nadie objetó; ni el pueblo ni los partidos políticos, oficialistas u opositores. Salvo los terroristas y guerrilleros que sintieron llegar el ocaso de la impunidad que habían gozado hasta entonces.


Miguel Angel Loyola, trabajador de LNP asesinado por la dictadura militar.


2006
Título: "24 de marzo "

Extraña paradoja la de quienes apoyaron hace tres décadas la guerra revolucionaria como método para derrocar a un gobierno electo y hoy proclaman ser demócratas a ultranza. Sin embargo, basta un análisis un poco más profundo para darse cuenta de que no hubo cambio alguno: los supuestos defensores de la democracia siguen reivindicando el accionar subversivo de las bandas terroristas que, desde 1970, asolaron la Nación.


El 24 de marzo de 1976 se produjo un quiebre. Ante la incapacidad del gobierno peronista para repeler las agresiones, cada vez mayores, de los grupos terroristas y con el apoyo de la gran mayoría de los habitantes del país, las Fuerzas Armadas tomaron el poder, poniendo fin, así, a una situación insostenible.

Dicha fecha debería ser recordada como el momento en que buena parte de la sociedad le dijo basta a una minoría que trató de convertir a la Argentina en un país socialista. Las acciones de las organizaciones clandestinas de izquierda tuvieron su pico de mayor violencia durante la tercera presidencia de Perón. Fue un gobierno democrático el que, ante el reclamo mayoritario, inició acciones tendientes a aniquilarlas. El posterior golpe de estado se debió a la incapacidad de ese gobierno para llevar adelante esas órdenes impartidas.

Hace 30 años quedó clausurada para siempre la posibilidad de que la Nación Argentina siguiese los pasos de Cuba. Ese fue el principal mérito de las Fuerzas Armadas y de los millones de compatriotas que apoyaron su decisión.




2008

Título: "1976"

El 24 de marzo de 1976 las fuerzas armadas, con el concurso tácito o explícito, según los casos, de la enorme mayoría de la población, ocuparon el gobierno y asumieron, como objetivo principal, poner fin a la subversión representada por las dos principales organizaciones terroristas que asolaban al país: ERP y Montoneros.

Treinta y dos años después de esa fecha es posible decir que desde el punto de vista de la administración de la cosa pública el resultado fue desastroso. En cambio, desde el punto de vista militar cosecharon un triunfo rotundo y decisivo. Evitaron, y ese es su mérito, que la Argentina se transformara en otra Cuba.

No tuvieron enfrente, como reza la leyenda forjada por sus enemigos, a unos jóvenes idealistas que dieron su vida por la justicia, sino a militantes fanáticos que tanto a la hora de matar como de morir ni pidieron ni dieron cuartel.

Aquella fue una guerra atroz --como todas las de carácter irregular-- en la cual hubo errores y horrores sin cuento. Ganaron, por fortuna, quienes se oponían a que la Nación Argentina fuese obligada a seguir los tenebrosos lineamientos del socialismo revolucionario.

Hoy, el gobierno kirchnerista y sus aliados no se cansan de repetir y exaltar una versión sesgada, unilateral y hemipléjica de ese pasado. Pueden creérsela, pero lo que no podrán hacer nunca es modificar la historia real: se ganó la guerra y la subversión marxista fue vencida para siempre.



Enrique Heinrich, trabajador de LNP asesinado por la dictadura militar.

2009
Título: "Walsh"

El municipio de Florencio Varela rebautizará la Escuela de Educación Técnica Nº 2, que se llamaba Pedro Eugenio Aramburu, con el nombre del conocido escritor, periodista y miembro de la organización terrorista Montoneros, Rodolfo Walsh.


Por supuesto, la decisión de las autoridades es provocativa, aunque está amparada en una norma de la provincia de Buenos Aires que prohibió el nombre de los funcionarios de gobiernos dictatoriales en las escuelas. Fue la comunidad educativa la Técnica Nº 2 la que votó, en definitiva, a Walsh.


Pero es bueno recordar, aún cuando vulnere un sinfín de lugares comunes, obsesivamente cultivados por el progresismo en estos años, que al margen de sus indiscutibles méritos literarios, Rodolfo Walsh fue un asesino. Creyó, como tantos otros en su momento, que tenía el derecho de matar a los representantes de la oligarquía, el imperialismo, las Fuerzas Armadas y la burocracia sindical.


Por eso, sin que nadie lo obligara, se sumó a los Montoneros. Como lo hizo Francisco Urondo, Juan Gelman y Horacio Verbitsky.
Todos son, pues, responsables del baño de sangre que provocó la guerrilla en la Argentina. Walsh y Urondo murieron en su ley, con las armas en la mano, dispuestos a matar y ser muertos. ¿Sabrá esto la comunidad educativa de la escuela Técnica Nº 2?

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