¡Adios querido Peche!





Fotos de Mari Sano

Peche era el alma de Buenos Aires Negro. Peche vivía en Buenos Aires y era Buenos Aires Negro. Era el poeta que se animó a recoger la tinta y el espíritu de Julián Centeya para proyectarlo hacia un más allá incierto que duerme en el canto de Buenos Aires Negro, que es su canto. Conocedor de las calles pitucas y las que huelen a podrido, fue el que se tomó en serio eso de pintar su aldea para pintar el mundo. Y su aldea fue el barrio, nuestras calles, la esquina, las vidrieras, los circuitos del tango for export, los pibes jugando a cogerse por el Once y mucho más. Su Buenos Aires Negro es –perdonen la obviedad- un Buenos Aires no blanco, el que pocos cuentan, ese que se nos pasea todos los días frente a nuestras narices y que de puro cobardes o egoístas o hijos de puta que somos ignoramos. Peche recolectó sin guantes de latex la basura que la ciudad nos escupe en la cara y la puso a circular en sus canciones como cross a la mandíbula para que de una buena vez nos despabilemos. Cortó con el cuidado de un jardinero las flores que se nos esconden y nos las regaló como muestra de su cariño por este lugar. Fue quien abrazó a los corazones en carne viva (quizás porque él era un corazón en carne viva también) y los acaricio y acunó en sus melodías. Peche fue durante una buena parte de su vida un limpiavidrios sin patrón en el barrio de Belgrano, donde se hizo amigo de otros limpiavidrios y donde se dedicó a limpiar las vidrieras de los locales paquetes para ver si sus dueños, de una vez por todas, podían ver más allá de sus ombligos. Lo mismo hacía cuando escribía. Peche fue una antena en permanente contacto con los malditos y olvidados, sus historias bajaban para ser contadas a través de él, para que sea él mismo el que lo ponga palabras a lo que nadie cuenta, la historia prohibida, la historia que le repiqueteaba en el estómago y en la garganta. La voz de Peche era una voz hereje, trabajada con cigarro y vino y cerveza. Una voz que no podría ser elegida en ningún concurso de nada, una voz díscola, educada en el colegio al que asistieron los Javier Martinez y los Moris, según él mismo me contó una tarde. Peche metía el dedo en la llaga, de generoso que era nomás. Peche era generoso, puedo dar fe de eso. El sábado pasado Peche dejó Buenos Aires. Una vecina de clavó un cuchillo. Pelea doméstica, dijeron. Helados -como quedamos- desempolvamos una charla pública que tuvimos con él en el marco de un ciclo que se llamó "Escribir en el aire: poetas de la música", charla que nunca habíamos pasado por radio. Fue el 19 de octubre de 2009 en la Sala Osvaldo Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación. Lo pasamos hoy por radio. Ojalá te llegue nuestro cariño mientras te tomás algo con Julián Centeya, le tirás una monedas a Francis, te abrazás al Arcángel Guillermo y nos mirás con risa menguante… porque la muerte es una risa. ¡Un abrazo grande!

Para descargar el Homenaje a Peche Estevez: http://www.megaupload.com/?d=018ZQJ8W

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