Entrevista con Fernando Cabrera
El 2 de agosto del presente en Patologías Culturales (programa 188) tuvimos el privilegio de charlar telefónicamente con Fernando Cabrera, inmenso músico uruguayo. Aquí transcribimos gran parte de la entrevista.
Escuchando tus discos pareciese que la canción tuya tiene dos momentos: por un lado el de la composición y por otro lado el de los arreglos, algo a lo que se nota le das mucha importancia. ¿Es errada esa impresión o está bien?
Está bien. Es más, te diría que no sé si los arreglos son algo separado de la canción o forman parte de ella. Yo me imagino la canción, casi desde el momento de la composición, con una cantidad de elementos arreglísticos que le son consustanciales. Todo forma parte de ella, porque después en el resultado uno escucha todo junto. Para el oyente que no es muy especialista o que no está en la música, la impresión auditiva es una sola: la batería, la trompeta, el cantante, el chelo, el ritmo, todo junto recibe ¿no? Entonces para mi es todo un poco indisoluble. Y también te digo que yo tengo un costado arreglístico. A mi siempre me gustó la parte de los arreglos, porque incluso te diría que antes de dedicarme yo a la canción, cuando tenía 15 años, 16 o 17, no pensaba que iba a ser un cantante, lo que yo quería ser era un arreglador o un compositor de música instrumental. Me vino el asunto de las canciones un poquito después.
¿Cómo llega?
Por consejo de los amigos que escuchaban algunas de las canciones que yo hacía. Recuerdo muy claramente un colega fallecido ya, Jorge Lazaroff, compañero de estudios que me dijo –escuchando en un recreo canciones mías- “Fernando, dejate de embromar con la música instrumental, vos tenés que dedicarte a la canción”. Eso un poco me dio ánimo, esa breve frase de él me volcó en definitiva a lo que ha sido hasta ahora el centro de mi vida.
¿Te hizo descubrir un costado que no tenías del todo desarrollado o venías ya pensando en eso?
Lo tenía, pero más como el que canta canciones en un asado, una cosa así del interprete. Yo hacía canciones, pero no les daba importancia. En realidad yo cantaba canciones desde los 6 años, porque a esa edad yo empecé a ir a una profesora de guitarra en mi barrio, que, fijate vos, era argentina y se había radicado en Montevideo. Ella me enseñaba guitarra, solfeo y todo eso, pero también canciones. Estamos hablando del año 63 en adelante, en ese momento había un gran auge de la canción argentina de origen folclorístico (sic), y todas las canciones que yo canto desde esa edad en el colegio, en las fiestas de cumpleaños de la familia o en el barrio, eran canciones argentinas: de Atahualpa Yupanqui, de Los Chalchaleros, de Los Fronterizos, etc. Así me inicié.
¿Y cuando aparece la canción más ligada a lo que empezaste a desarrollar después?
Aparece a los 14 o 15 años. Ahí empecé a hacer yo mis primeras canciones propias. Algún día se ve que pensé “bueno, vengo cantando canciones de niño, porque no intentar hacer una yo ¿no?” Y ahí empecé.
¿Influenciado por músicos uruguayos?
Por muchos. Uruguayos, sin dudas, la generación anterior a la mía, que fue la pionera en crear la actual cancionística uruguaya; estoy hablando de Aníbal Sampayo, Osiris Rodríguez Castillos, Alfredo Zitarrosa, etc. También me influenciaron los argentinos que recién te nombraba –Yupanqui por ejemplo- pero también Brasil, Antonio Carlos Jobim, y un poquito después, por el 64, el mundo anglosajón y los Beatles principalmente, luego Dylan. O sea que a mi me ha gustado mucho la música de la Argentina, Brasil y Uruguay, y luego el mundo del rock y del pop.
¿Ya después entran los Rada, Mateo, el candombe...?
Exactamente, claro que sí.
Vos decías recién que el oyente recibe todo como un bloque a través del parlante de la radio. Sin embrago, ustedes los músicos están años –como es tu caso- tratando de encontrarle un sonido a la canción o un arreglo. ¿El tiempo que vos te tomás entre disco y disco últimame tiene que ver con eso, con la búsqueda de un sonido que lleva tiempo encontrar o con otra cuestión?
Con varias cosas. Una, eso que tu dijiste. Otra, la pérdida paulatina a lo largo de mi vida –y lo digo como una cosa afortunada- de la ansiedad, del apuro por editar o por hacer cosas. Otra, el aumento paralelo de la responsabilidad y del temor, y del miedo también, a no repetirse. Pero sobre todo la pérdida de la ansiedad. Yo cuando tenía 20 años o 25 no se porqué, quién me puso en la cabeza, creía que tenía sacar un disco por año o algo así. Hoy en día lo considero un horror. No creo que nadie sea capaz de hacer doce o quince canciones buenas por año, excepto Calamaro (risas). Entonces bajé el ritmo por eso ¿viste? Para tener más cuidado por el producto. ¿Quién me apura? ¿Quién me apura?
¿Y cómo manejás eso? Porque uno de afuera ve muchos músicos que se repiten y a su vez sabe que es algo en lo que no querrían caer jamás? ¿Es manejable?
Depende un poco de tu autocrítica y tu humildad, parámetros más bien psicológicos, no creerte que sos infalible, saber ver los defectos y las repeticiones. Yo le tengo mucho terror a la repetición, cosa que, por otra parte, es muy difícil de evitar, porque inevitablemente está el estilo y la personalidad, pero no me gusta repetirme. Incluso he intentado en mis discos –con suerte despareja- que las canciones individuales mayormente sean diferentes unas de otras, que es un poco la impronta de Los Beatles.
¿Entonces no vamos a esperar de vos un disco conceptual?
Y no. Salvo que digamos que lo conceptual pueda ser una especie de dispersión total. Pero mirá, mi próximo disco, que lo comienzo a preparar ahora, en breve, va a ser por primera vez en mi vida un disco sin temas míos. Va a ser una visita a todos los autores uruguayos anteriores a mi, hoy olvidados o desconocidos. Voy a hacer versiones libres mías de unos quince a dieciséis autores pioneros de la canción uruguaya. A eso le podríamos decir un disco conceptual de repente ¿no?
¿Son algunos de los autores que mencionaste antes?
Esos y varios más: Aníbal Sampayo, Osiris Rodríguez Castillos, los dos principales autores del repertorio de Los Olimareños que son Víctor Lima y Rubén Lena, Anselmo Grau, Daniel Viglietti, Rubén Rada, Eduardo Mateo, Alfredo Zitarrosa, Darnauchans y Marcos Velásquez. Seguramente me olvido de alguno, pero más o menos es ese plantel de gente. Algunos ya han fallecido, otros andan cerca de los 70 años, los más jóvenes de los que te nombré son gente de cerca de 60. Son los anteriores a mi, a mi generación.
Esa generación no ha sido muy conocida por el público argentino masivo. ¿A que pensás que se debe que, salvo excepciones, no se hayan conocido?
Para empezar, la Argentina es un país muy autosuficiente con su música y su arte en general, ustedes tienen una infinidad de músicos talentosísimos y los consumen con mucho cariño. Esa puede ser una explicación. Después, que el Uruguay es un país que tiene muy poca fuerza para sacar para afuera sus cosas. Así como tenemos poca fuerza para exportar otros productos, lo mismo pasa con la cultura y el arte, somos muy chiquitos, no tenemos plata ni industrias discográficas invirtiendo en nuestros países, no tenemos canales de televisión fuertes que se escuchan en otros países, al revés de lo que nos pasa con ustedes, entonces todo eso sumado hace que seamos un lugar un poco satelital o marginal en relación a la verdadera metrópoli de la región, que es Buenos Aires.
Hace un rato nosotros presentamos el disco nuevo de Pedro Aznar –Quebrado- que consta de dos partes: un disco donde hace temas propios y otra donde hace versiones de músicos que en su infancia, su adolescencia y su formación como músico lo influyeron mucho. Hay en eso un lazo afectivo que me parece que es parecido a lo que vos mencionabas recién con lo que estás por hacer ¿no?
Y claro. Pedro es un hombre que yo asemejo a Fito Páez o a Andrés Calamaro. Es gente que ha sido muy respetuosa y que ha investigado mucho su pasado musical, no es la clase de gente que piensa que todo comienza cuando ellos nacieron; establecen un puente con el pasado. Y Pedro es una persona muy formada que tiene mucha información sobre la música uruguaya y brasilera, del pasado argentino, de todo ¿no? Son los músicos que a mi más me gustan, no rompen sino que arman puentes.
Uno de los discos de Pedro lleva por título Cuerpo y alma e incluye una versión de ese tema y otra de Tunguelé, ambos de Eduardo Mateo. Y esto me lleva a preguntarte cómo tomás vos a los músicos que hacen versiones de temas tuyos, una de ellas Liliana Herrero.
¿Y cómo querés que lo tome? Lo que hace Liliana conmigo desde hace varios años es impresionante. Yo siempre digo –no en broma sino en serio- que le voy hacer un monumento a Liliana. Estoy juntando canillas de bronce y todo eso porque ella me ha hecho tanto bien y me ha beneficiado tanto. Y además el cariño personal que nos tenemos. Las versiones que hace de mis temas son formidables. Yo te voy a decir algo, capaz que esto para alguno de los oyentes suena un poco loco, es muy personal ¿no?: Yo considero que Liliana Herrero está haciendo una de las músicas más contemporáneas y modernas de la Argentina, así nomás te lo digo. Es casi vanguardia, a pesar de que trabaja –es evidente- con materiales relacionados con la música criolla y todo eso. Ahora, su enfoque es de lo más moderno que está pasando en Argentina.
Liliana es ejerce un modo de cantar pocas veces visto, desarma y vuelve a construir las canciones a su antojo. Ella se apropia de las canciones. Eso es lo que hace con El tiempo está después, esa canción tuya tan hermosa.
Exactamente. Ahora hizo otra en su último disco La casa de al lado.
Si, hace poco la fui a ver cuando presentó su disco Igual a mi corazón en el Coliseo, e hizo toda una referencia hacia tu persona muy afectiva. Se nota que te tiene mucho cariño y que le gusta mucho lo que hacés.
Si, nos tenemos mucho cariño. Nos conocemos hace mucho, yo conozco a su familia, ha sido muy generosa conmigo.
¿Y vos en qué momento estás de tu relación con Buenos Aires o con Argentina?
Estoy en un muy buen momento. Recibo cada vez que voy a Argentina caudales de halagos y de mimos. Pronto voy a ir, tengo una presentación en el ND Ateneo en el mes de Octubre y voy a ir a Maipú también, invitado por Cristóbal Repetto que canta repertorio de tangos de los años 20 y 30. Se organiza un festejo de su ciudad natal, Maipú, y me invitó.
En el último concierto tuyo en La Trastienda estuvo Fito Páez entre el público y quedo muy sorprendido cundo hiciste la versión de 11 y 6 .
Si, la estuve preparando bastante tiempo antes de ir y después ese día no me salió muy bien. Espero que Fito me haya comprendido. Creo que le gustó, por lo menos a mi no me dijo nada. Sé que ha hecho referencias muy halagadoras que me han dejado muy feliz. Aparte, después estuvo en Montevideo en el Teatro Solís y me invitó a cantar con él, hicimos una cosa muy linda. Es muy generoso Fito también conmigo.
Hace un rato escuchábamos el disco que vos hiciste con Eduardo Mateo en el Teatro del Notariado en 1987. Imagino que en la construcción de la canción Mateo también ha dejado una huella imborrable en vos ¿no?
Si, sin duda. Cuando yo era un chiquilín, tenía unos 14 o 15 años, Mateo ya era una leyenda acá, una leyenda no masiva, no popular, pero sí entre los entendidos, los músicos. Ya en esa época había demostrado una cantidad de cosas increíbles, luego siguió trabajando muchos años más. Ningún músico en Uruguay está libre de la influencia de Mateo. Yo incluso me animaría a decirte que hasta de sus letras aprendía algunas cosas, se habla más bien poco de la parte letrística de Mateo. Y después muchas cosas más: la libertad, el coraje de escaparle siempre a lo estándar, lo cual te hace la vida más difícil –por supuesto- porque tu música va a ser menos fácil de colocar, y no vas a ganar plata y no vas a ser famoso. Y bueno, él siempre fue así. En Uruguay eso es un impronta bastante general: escaparle a la moda, a lo repetido, y tratar de ser original. El siempre fue muy corajudo en ese aspecto. Y después están las cosas de Mateo que son imposibles de imitar y asimilar porque son su verdadero talento y su genialidad, hablo de su dominio rítmico, su swing, Esas cosas uno las puede admirar pero es difícil que las pueda copiar. Era un verdadero superdotado.
¿Fue una sola noche esa del Teatro del Notariado?
Una sola noche pero dos funciones, una atrás de la otra. Después seleccionamos las mejores versiones. Quedamos muertos.
¿A Gustavo Pena Casanova (El príncipe) lo conociste?
Si, lo conocí. Increíble. Acá en Uruguay queda mucha gente por descubrirlo, sigue siendo bastante marginal. Por suerte ahora –lamentablemente a raíz de su fallecimiento- han salido dos o tres discos de él con grabaciones en vivo y otras cosas. Pero siempre fue muy desconocido y lo sigue siendo. Era un personaje, si ustedes lo han escuchado qué les puedo decir yo. Un tipo valiente, original, mucho swing también, un caso parecido a Mateo, no porque se parezca la música sino la actitud. También un poco abandonado y con ciertas dificultades de relación social, hay que decirlo también, lo cual siempre te complica la vida porque andás cerca de la miseria y la pasas mal. Esa es la verdad. Pero tenía mucho coraje.
La música de él y de Mateo y de tantos otros está hecha para perdurar. Ya los ha trascendido.
Si, la música –entre otras cosas- es nuestro orgullo ¿no? Sentimos esa satisfacción de ser un país chiquito y con pocas posibilidades y tener tantos artistas originales. Eso pasa también en el teatro, en la pintura, en la poesía, en la narrativa. Es una linda cosa que tenemos aquí además de las playas y el fútbol, de vez en cuando.
¿Entonces el CD que se viene qué titulo tiene?
Se va a llamar Canciones Propias.
Qué lindo título, porque es lo que hablábamos hace un rato: apropiarse de las canciones.
Claro, lo que decíamos de Liliana.
Escuchando tus discos pareciese que la canción tuya tiene dos momentos: por un lado el de la composición y por otro lado el de los arreglos, algo a lo que se nota le das mucha importancia. ¿Es errada esa impresión o está bien?
Está bien. Es más, te diría que no sé si los arreglos son algo separado de la canción o forman parte de ella. Yo me imagino la canción, casi desde el momento de la composición, con una cantidad de elementos arreglísticos que le son consustanciales. Todo forma parte de ella, porque después en el resultado uno escucha todo junto. Para el oyente que no es muy especialista o que no está en la música, la impresión auditiva es una sola: la batería, la trompeta, el cantante, el chelo, el ritmo, todo junto recibe ¿no? Entonces para mi es todo un poco indisoluble. Y también te digo que yo tengo un costado arreglístico. A mi siempre me gustó la parte de los arreglos, porque incluso te diría que antes de dedicarme yo a la canción, cuando tenía 15 años, 16 o 17, no pensaba que iba a ser un cantante, lo que yo quería ser era un arreglador o un compositor de música instrumental. Me vino el asunto de las canciones un poquito después.
¿Cómo llega?
Por consejo de los amigos que escuchaban algunas de las canciones que yo hacía. Recuerdo muy claramente un colega fallecido ya, Jorge Lazaroff, compañero de estudios que me dijo –escuchando en un recreo canciones mías- “Fernando, dejate de embromar con la música instrumental, vos tenés que dedicarte a la canción”. Eso un poco me dio ánimo, esa breve frase de él me volcó en definitiva a lo que ha sido hasta ahora el centro de mi vida.
¿Te hizo descubrir un costado que no tenías del todo desarrollado o venías ya pensando en eso?
Lo tenía, pero más como el que canta canciones en un asado, una cosa así del interprete. Yo hacía canciones, pero no les daba importancia. En realidad yo cantaba canciones desde los 6 años, porque a esa edad yo empecé a ir a una profesora de guitarra en mi barrio, que, fijate vos, era argentina y se había radicado en Montevideo. Ella me enseñaba guitarra, solfeo y todo eso, pero también canciones. Estamos hablando del año 63 en adelante, en ese momento había un gran auge de la canción argentina de origen folclorístico (sic), y todas las canciones que yo canto desde esa edad en el colegio, en las fiestas de cumpleaños de la familia o en el barrio, eran canciones argentinas: de Atahualpa Yupanqui, de Los Chalchaleros, de Los Fronterizos, etc. Así me inicié.
¿Y cuando aparece la canción más ligada a lo que empezaste a desarrollar después?
Aparece a los 14 o 15 años. Ahí empecé a hacer yo mis primeras canciones propias. Algún día se ve que pensé “bueno, vengo cantando canciones de niño, porque no intentar hacer una yo ¿no?” Y ahí empecé.
¿Influenciado por músicos uruguayos?
Por muchos. Uruguayos, sin dudas, la generación anterior a la mía, que fue la pionera en crear la actual cancionística uruguaya; estoy hablando de Aníbal Sampayo, Osiris Rodríguez Castillos, Alfredo Zitarrosa, etc. También me influenciaron los argentinos que recién te nombraba –Yupanqui por ejemplo- pero también Brasil, Antonio Carlos Jobim, y un poquito después, por el 64, el mundo anglosajón y los Beatles principalmente, luego Dylan. O sea que a mi me ha gustado mucho la música de la Argentina, Brasil y Uruguay, y luego el mundo del rock y del pop.
¿Ya después entran los Rada, Mateo, el candombe...?
Exactamente, claro que sí.
Vos decías recién que el oyente recibe todo como un bloque a través del parlante de la radio. Sin embrago, ustedes los músicos están años –como es tu caso- tratando de encontrarle un sonido a la canción o un arreglo. ¿El tiempo que vos te tomás entre disco y disco últimame tiene que ver con eso, con la búsqueda de un sonido que lleva tiempo encontrar o con otra cuestión?
Con varias cosas. Una, eso que tu dijiste. Otra, la pérdida paulatina a lo largo de mi vida –y lo digo como una cosa afortunada- de la ansiedad, del apuro por editar o por hacer cosas. Otra, el aumento paralelo de la responsabilidad y del temor, y del miedo también, a no repetirse. Pero sobre todo la pérdida de la ansiedad. Yo cuando tenía 20 años o 25 no se porqué, quién me puso en la cabeza, creía que tenía sacar un disco por año o algo así. Hoy en día lo considero un horror. No creo que nadie sea capaz de hacer doce o quince canciones buenas por año, excepto Calamaro (risas). Entonces bajé el ritmo por eso ¿viste? Para tener más cuidado por el producto. ¿Quién me apura? ¿Quién me apura?
¿Y cómo manejás eso? Porque uno de afuera ve muchos músicos que se repiten y a su vez sabe que es algo en lo que no querrían caer jamás? ¿Es manejable?
Depende un poco de tu autocrítica y tu humildad, parámetros más bien psicológicos, no creerte que sos infalible, saber ver los defectos y las repeticiones. Yo le tengo mucho terror a la repetición, cosa que, por otra parte, es muy difícil de evitar, porque inevitablemente está el estilo y la personalidad, pero no me gusta repetirme. Incluso he intentado en mis discos –con suerte despareja- que las canciones individuales mayormente sean diferentes unas de otras, que es un poco la impronta de Los Beatles.
¿Entonces no vamos a esperar de vos un disco conceptual?
Y no. Salvo que digamos que lo conceptual pueda ser una especie de dispersión total. Pero mirá, mi próximo disco, que lo comienzo a preparar ahora, en breve, va a ser por primera vez en mi vida un disco sin temas míos. Va a ser una visita a todos los autores uruguayos anteriores a mi, hoy olvidados o desconocidos. Voy a hacer versiones libres mías de unos quince a dieciséis autores pioneros de la canción uruguaya. A eso le podríamos decir un disco conceptual de repente ¿no?
¿Son algunos de los autores que mencionaste antes?
Esos y varios más: Aníbal Sampayo, Osiris Rodríguez Castillos, los dos principales autores del repertorio de Los Olimareños que son Víctor Lima y Rubén Lena, Anselmo Grau, Daniel Viglietti, Rubén Rada, Eduardo Mateo, Alfredo Zitarrosa, Darnauchans y Marcos Velásquez. Seguramente me olvido de alguno, pero más o menos es ese plantel de gente. Algunos ya han fallecido, otros andan cerca de los 70 años, los más jóvenes de los que te nombré son gente de cerca de 60. Son los anteriores a mi, a mi generación.
Esa generación no ha sido muy conocida por el público argentino masivo. ¿A que pensás que se debe que, salvo excepciones, no se hayan conocido?
Para empezar, la Argentina es un país muy autosuficiente con su música y su arte en general, ustedes tienen una infinidad de músicos talentosísimos y los consumen con mucho cariño. Esa puede ser una explicación. Después, que el Uruguay es un país que tiene muy poca fuerza para sacar para afuera sus cosas. Así como tenemos poca fuerza para exportar otros productos, lo mismo pasa con la cultura y el arte, somos muy chiquitos, no tenemos plata ni industrias discográficas invirtiendo en nuestros países, no tenemos canales de televisión fuertes que se escuchan en otros países, al revés de lo que nos pasa con ustedes, entonces todo eso sumado hace que seamos un lugar un poco satelital o marginal en relación a la verdadera metrópoli de la región, que es Buenos Aires.
Hace un rato nosotros presentamos el disco nuevo de Pedro Aznar –Quebrado- que consta de dos partes: un disco donde hace temas propios y otra donde hace versiones de músicos que en su infancia, su adolescencia y su formación como músico lo influyeron mucho. Hay en eso un lazo afectivo que me parece que es parecido a lo que vos mencionabas recién con lo que estás por hacer ¿no?
Y claro. Pedro es un hombre que yo asemejo a Fito Páez o a Andrés Calamaro. Es gente que ha sido muy respetuosa y que ha investigado mucho su pasado musical, no es la clase de gente que piensa que todo comienza cuando ellos nacieron; establecen un puente con el pasado. Y Pedro es una persona muy formada que tiene mucha información sobre la música uruguaya y brasilera, del pasado argentino, de todo ¿no? Son los músicos que a mi más me gustan, no rompen sino que arman puentes.
Uno de los discos de Pedro lleva por título Cuerpo y alma e incluye una versión de ese tema y otra de Tunguelé, ambos de Eduardo Mateo. Y esto me lleva a preguntarte cómo tomás vos a los músicos que hacen versiones de temas tuyos, una de ellas Liliana Herrero.
¿Y cómo querés que lo tome? Lo que hace Liliana conmigo desde hace varios años es impresionante. Yo siempre digo –no en broma sino en serio- que le voy hacer un monumento a Liliana. Estoy juntando canillas de bronce y todo eso porque ella me ha hecho tanto bien y me ha beneficiado tanto. Y además el cariño personal que nos tenemos. Las versiones que hace de mis temas son formidables. Yo te voy a decir algo, capaz que esto para alguno de los oyentes suena un poco loco, es muy personal ¿no?: Yo considero que Liliana Herrero está haciendo una de las músicas más contemporáneas y modernas de la Argentina, así nomás te lo digo. Es casi vanguardia, a pesar de que trabaja –es evidente- con materiales relacionados con la música criolla y todo eso. Ahora, su enfoque es de lo más moderno que está pasando en Argentina.
Liliana es ejerce un modo de cantar pocas veces visto, desarma y vuelve a construir las canciones a su antojo. Ella se apropia de las canciones. Eso es lo que hace con El tiempo está después, esa canción tuya tan hermosa.
Exactamente. Ahora hizo otra en su último disco La casa de al lado.
Si, hace poco la fui a ver cuando presentó su disco Igual a mi corazón en el Coliseo, e hizo toda una referencia hacia tu persona muy afectiva. Se nota que te tiene mucho cariño y que le gusta mucho lo que hacés.
Si, nos tenemos mucho cariño. Nos conocemos hace mucho, yo conozco a su familia, ha sido muy generosa conmigo.
¿Y vos en qué momento estás de tu relación con Buenos Aires o con Argentina?
Estoy en un muy buen momento. Recibo cada vez que voy a Argentina caudales de halagos y de mimos. Pronto voy a ir, tengo una presentación en el ND Ateneo en el mes de Octubre y voy a ir a Maipú también, invitado por Cristóbal Repetto que canta repertorio de tangos de los años 20 y 30. Se organiza un festejo de su ciudad natal, Maipú, y me invitó.
En el último concierto tuyo en La Trastienda estuvo Fito Páez entre el público y quedo muy sorprendido cundo hiciste la versión de 11 y 6 .
Si, la estuve preparando bastante tiempo antes de ir y después ese día no me salió muy bien. Espero que Fito me haya comprendido. Creo que le gustó, por lo menos a mi no me dijo nada. Sé que ha hecho referencias muy halagadoras que me han dejado muy feliz. Aparte, después estuvo en Montevideo en el Teatro Solís y me invitó a cantar con él, hicimos una cosa muy linda. Es muy generoso Fito también conmigo.
Hace un rato escuchábamos el disco que vos hiciste con Eduardo Mateo en el Teatro del Notariado en 1987. Imagino que en la construcción de la canción Mateo también ha dejado una huella imborrable en vos ¿no?
Si, sin duda. Cuando yo era un chiquilín, tenía unos 14 o 15 años, Mateo ya era una leyenda acá, una leyenda no masiva, no popular, pero sí entre los entendidos, los músicos. Ya en esa época había demostrado una cantidad de cosas increíbles, luego siguió trabajando muchos años más. Ningún músico en Uruguay está libre de la influencia de Mateo. Yo incluso me animaría a decirte que hasta de sus letras aprendía algunas cosas, se habla más bien poco de la parte letrística de Mateo. Y después muchas cosas más: la libertad, el coraje de escaparle siempre a lo estándar, lo cual te hace la vida más difícil –por supuesto- porque tu música va a ser menos fácil de colocar, y no vas a ganar plata y no vas a ser famoso. Y bueno, él siempre fue así. En Uruguay eso es un impronta bastante general: escaparle a la moda, a lo repetido, y tratar de ser original. El siempre fue muy corajudo en ese aspecto. Y después están las cosas de Mateo que son imposibles de imitar y asimilar porque son su verdadero talento y su genialidad, hablo de su dominio rítmico, su swing, Esas cosas uno las puede admirar pero es difícil que las pueda copiar. Era un verdadero superdotado.
¿Fue una sola noche esa del Teatro del Notariado?
Una sola noche pero dos funciones, una atrás de la otra. Después seleccionamos las mejores versiones. Quedamos muertos.
¿A Gustavo Pena Casanova (El príncipe) lo conociste?
Si, lo conocí. Increíble. Acá en Uruguay queda mucha gente por descubrirlo, sigue siendo bastante marginal. Por suerte ahora –lamentablemente a raíz de su fallecimiento- han salido dos o tres discos de él con grabaciones en vivo y otras cosas. Pero siempre fue muy desconocido y lo sigue siendo. Era un personaje, si ustedes lo han escuchado qué les puedo decir yo. Un tipo valiente, original, mucho swing también, un caso parecido a Mateo, no porque se parezca la música sino la actitud. También un poco abandonado y con ciertas dificultades de relación social, hay que decirlo también, lo cual siempre te complica la vida porque andás cerca de la miseria y la pasas mal. Esa es la verdad. Pero tenía mucho coraje.
La música de él y de Mateo y de tantos otros está hecha para perdurar. Ya los ha trascendido.
Si, la música –entre otras cosas- es nuestro orgullo ¿no? Sentimos esa satisfacción de ser un país chiquito y con pocas posibilidades y tener tantos artistas originales. Eso pasa también en el teatro, en la pintura, en la poesía, en la narrativa. Es una linda cosa que tenemos aquí además de las playas y el fútbol, de vez en cuando.
¿Entonces el CD que se viene qué titulo tiene?
Se va a llamar Canciones Propias.
Qué lindo título, porque es lo que hablábamos hace un rato: apropiarse de las canciones.
Claro, lo que decíamos de Liliana.
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