Pablo Comas: artista en transformación

A pocos días de editar su primer disco solista, el músico rosarino se sentó a charlar con nosotros sobre el inicio de una nueva etapa lejos de Alucinaria. La identidad, la composición, lo colectivo, la bronca, la voz rota y el descubrimiento de Charly García. Todo eso para leer y escuchar.


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"Salgo de la cárcel, de una celda espiritual" 
(Visiones del Más acá)

Pablo Comas está en las vísperas de editar un nuevo disco y está tranquilo. No lo incomoda, ni lo inquieta, ni está comiéndose las uñas contando los días para su salida. Teniendo en cuenta que después de Alucinaria sale al ruedo con su nombre y en solitario, no es poco, aunque lo de solitario sea relativo. Es cierto que en Hambre (así el nombre del álbum) asume el control total del barco, tanto como que con esta nueva formación encontró una sintonía colectiva que en Alucinaria creía perdida. Si bien es conversador y apasionado, se le hace difícil hablar del pasado y prefiere no abrir esa ventana en demasía. "Fue dura esa separación", nos dice. Era de imaginar porque la impresión era que Alucinaria era Pablo Comas y la historia de la banda era su historia. "Dura al punto de que este disco estuvo por salir como el tercer disco de la banda y en la tapa llevaba el nombre de Alucinaria", reconoce. Pero no. Si uno escucha con atención Días de fuerza (el disco que terminó con la banda) hay canciones como El control y las estrellas en que canta: "Lo dí todo y me llené". En ese verso se vislumbraba un recomienzo. La transformación obrando. Una muestra más de que la respuesta del arte se adelanta al artista. Sólo había que tomar la decisión. Y la tomó.

Nobleza obliga: preguntamos sobre un disco que no escuchamos. Eso tiene pro y contras. Hasta el momento, lo único que circula es Campeona, una canción que funciona como adelanto y que -aunque reconocerá no haber sido escrita subido a la ola verde- se puede leer en el contexto de la reivindicación de las luchas feministas. Por lo tanto, la charla no es una disección del disco canción por canción, sino una indagación en sus últimos años creativos y una nueva instancia para continuar pensando en qué consistió su transformación.

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- ¿Hasta último momento pensaste en editar el disco como Alucinaria? 

- El tema del nombre nunca me lo había preguntado profundamente. Yo pensé que iba a componer bajo el nombre de Alucinaria toda mi vida. El hecho de usar el nombre propio era algo extraño. Así que imaginate que si se grabé un disco entero sin saber el nombre del proyecto, así suena el disco: sin saber cuál es el nombre. Es lo mejor que tiene y lo peor también.

- Es como no ser consciente de la propia identidad.

- Algo así.  Días de fuerza fueron tres años, fue mucho tiempo de composición, fueron 120 canciones de las cuales se eligieron 14. Fue un proceso medio largo y creo que en algún punto me preparé toda la vida para poder hacer ese disco, como si todo lo que había mamado y aprendido se hubiese acomodando para depositarse ahí. Y fue desgastante estar tres años trabajando sobre el mismo material. Cuando terminó ese proceso y empiezo a querer componer otra vez me doy cuenta de que es muy caótica toda la información que empieza a bajar, había un montón de cosas esperando ahí, no había una pauta. En Días de fuerza la pauta estaba clara, las texturas estaban claras, las melodías también, inclusive la heterogeneidad del disco estaba clara. Acá estaba todo el material disperso. Y entre que estaba un poco enojado, el material estaba disperso y no entendía cuál era mi  nombre en todo esto, creo que así resultó el disco.

- ¿Esa dispersión en qué se traduce? ¿En distintos tipos de canciones y de instrumentación? ¿Rescataste algo que te haya quedado afuera de Días de fuerza?

- No rescaté nada, me puse a componer desde cero. No es la instrumentación, pero sí el carácter. Pertenece a la cultura rock, sin dudas, pero no podría etiquetarlo como mis discos anteriores. Si vos escuchás La última rotación del sol o Días de fuerza está muy claro a dónde apuntan, éste no. Tiene temas muy largos con estructuras muy complejas y tiene temas muy simples que pretenden tener un lenguaje más popular. El único hilo conductor es probablemente la bronca. Esa es la única marca que encuentro en todos los temas. Me escucho cantar distinto, se parece mucho a como canto en vivo.

- ¿Otra intención?

- Sí.

- ¿En qué momento decidís que el nombre es Pablo Comas y asumís que el proyecto es tuyo? 

- Alucinaria duró once años y es un proyecto que nació para ser colectivo, pero creo que nunca se terminó de constituir eso. Creo que públicamente lo mantuve contra mis propias posibilidades. O sea, traté de mantenerlo como un proyecto colectivo, insistí, me forcé a mantener esa identidad probablemente por no poder bancarme sostenerlo yo, por no creer que estuviera listo. También creí que ya en algún momento se iba a dar esto de lo colectivo y en el medio estaba muy solo bancando la parada, al punto de que la ida de tres integrantes al mismo tiempo tuvo que ver con que no se sentían parte del disco. Días de fuerza no les gustaba, fue así de simple. No voy a profundizar, pero hubo algunos enunciados muy negativos sobre el disco, entonces me daba cuenta de que era una historia mía a la que no le había sabido poner nombre. Quizás esa fue la historia y era momento de que no vuelva a pasar eso.


"El hecho de haber insistido en lo colectivo y no haberlo podido lograr forma parte de una especie de derrota para mí. Y lo vivo en paralelo con otra derrota, con el regreso de fórmulas y paradigmas neoliberales, el regreso de un fascismo encubierto en fórmulas neoliberales, con la aceptación y complicidad de mucha gente"

- La bronca como hilo conductor del disco -me imagino- seguramente no tiene que ver nada más que con cuestiones internas internas de tu banda anterior, sino que sintoniza con el contexto de país.

- Sí. Ya te digo, el hecho de haber insistido en lo colectivo y no haberlo podido lograr forma parte de una especie de derrota para mí. Y lo vivo en paralelo con otra derrota que es la misma: no se puede pensar en lo colectivo en este país. Y coincide, obviamente, con el regreso de fórmulas y paradigmas neoliberales, el regreso de un fascismo encubierto en fórmulas neoliberales, con la aceptación y complicidad de mucha gente, inclusive de gente que pretendía estar del lado opuesto. Por otra parte, creo que el retorno del fascismo es responsabilidad del cierto progresismo. Mucha desilusión, muchos sueños que uno fue tejiendo se rompieron, y también se me rompió la voz y se me rompieron las ganas de que las melodías sean bellas y estetizadas. También porque ya lo había hecho, pero el disco habla de otra cosa. 

- ¿Entonces es un disco con canciones más oscuras? ¿No tiene la brillantez de Días de fuerza, tan propia de los arreglos y las armonías de la década del 60?

- Tiene brillantez pero es un poco más ácida, es distinta. No tiene ese tono melancólico optimista. Me permití no razonarlo demasiado. Es la primera vez que termino un disco (lo terminé hace varios meses) y estoy re tranquilo, y no estoy sufriendo o contando las horas. Fue intenso y fue hecho con mucho miedo también. Contento porque el cierre de esa etapa coincide con la aparición de nuevos compañeros que me permiten trabajar lo colectivo desde otro lugar. Hay más colectivo que en Alucinaria en la presente formación, sin cosas forzadas. Y eso está bueno, se respira un aire lindo.

- Ante un afuera que se quiebra y es una cachetada constante, vos trabajás con este tipo de materiales: la música, la canción. ¿Te preguntás si en este contexto tiene sentido todo esto?

- Me pregunto todo el tiempo cuánto de político hay en todo esto, y hay mucho. En hacer música ni hablar. Yo creo que las políticas se hacen en las bases y el arte es parte de esas bases. Me pregunto quiénes son mis interlocutores y qué preguntas me hago a través de mi música. El mío no deja de ser el discurso de un chabón de clase media que está hablando consigo mismo y con gente que come todos los días, entonces no sé si son las mejores preguntas. Hay algunos que lo logran, pero son los que se animan a ir a un borde como Charly, que es un punk para mí. Es alguien que se fue y trajo data de afuera del borde. Se fue a lo otro y se convirtio él en un otro. Creo que ese trance no lo hace cualquiera y no es un trance meramente poético, es un trance del cuerpo y de la voz. En mi caso hago el esfuerzo por hacerme esas preguntas y volcarlas en las canciones [piensa]. A ver, la situación de indiferencia post Días de fuerza, más allá de las buenas críticas, me dejaban la sensación de que había hecho un montón de esfuerzo para llegar ahí y no le importaba a mucha gente. No pasó nada. Y no me busqué un laburo, no terminé una carrera y no hice un montón de cuestiones por ésto. Y si yo lo estoy sufriendo, imaginate lo que debe ser tener tres pibes, no tener laburo, estar bastardeado por una estructura que te impulsa a que revientes todo. Parece una provocación a ver quién está dispuesto a quemar algo primero. Entonces, me gustó ponerle Hambre a este nuevo disco. Obviamente hablo de dos cosas: del apetito por un lado, y de tener hambre por otro, que es algo que puedo comprender intelectualmente pero nunca lo viví. Y me interesaría que nos preguntemos qué significa eso. Desde ya que creo que... Mirá, al final uno se pone cristiano, el amor al prójimo, ¿no? Esta cuestión de la empatía (que está de moda y bastardeada), que es empatar con el otro, ponerte en ese lugar un momento y poder pensar colectivamente algo sin mirarte el culo.

- Hace unos años, cuando desapareció Santiago Maldonado, me encontré escuchando Paz: "Quiero pelear para no desaparecer". Me dijiste que varios te mencionaron esa frase de esa canción. ¿Qué te paso a vos en ese momento?

- Pienso que al que se le ocurrió eso de que el microcosmos se expresa en el macrocosmos quizás no esté equivocado. Yo no le pensé desde ese lugar, obviamente. Lo pensé por otra cosa que me estaba pasando a mí, pero casi todo el mundo lo lee en ese sentido, como mucha gente está leyendo Campeona en un sentido que lo asigna a este contexto y no era mi intención, aunque no soy boludo y sé que hay algo ahí que está dicho, más allá de que yo lo haya querido decir o no. Yo no estoy hablando de lo que todos creen que estoy hablando, sin embargo me es un orgullo que otros lean eso.


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Desde hace un tiempo Pablo está dando talleres de canciones en su Rosario natal. Es un trabajo, sí. Un modo de generar ingresos vinculados (indirectamente) a la música, seguramente. Pero es también una forma de hacer conscientes procesos creativos que de tan cotidianos parecen naturales. Seguimos por ahí.

"Yo todo el tiempo me pregunto de qué se trata este saber que sé, pero que al mismo tiempo no tengo idea de como funciona"
- Yo me puse a estudiar para dar el taller porque me doy cuenta que no tengo vocabulario para llegar a algunas ideas en concreto, no tengo formación musical. Y mientras más implementaba lo que iba aprendiendo me daba cuenta que tampoco me servía demasiado. Empecé a deconstruir lo que hacía yo a la hora de componer. Yo todo el tiempo me pregunto de qué se trata este saber que sé, pero que al mismo tiempo no tengo idea de cómo funciona. El otro día una alumna me decía: "Como mínimo, uno tiene que saber el círculo de quintas". Y por dentro yo decía: "¿Qué será el círculo de quintas?". O sea, no tengo idea y descreo de esta cuestión meritocrática de la genialidad o la musa. Creo que hay un trabajo que se hace pero no tiene que ver con el contenido del saber más duro. Creo que hay algo que está en el medio y se rehúsa a estar medido. Y hay que ver qué es. Entonces, es como que estoy improvisando cuando doy las clases, pero veo los resultados, veo que aparecen intuiciones, formas de escuchar, trato de insistir en eso, en hacer hincapié en que no hay que tener demasiadas pautas para trabajar, simplemente poder intuir melodías, intuir estructuras, temáticas a través de la palabras, hago ejercicios de asociaciones de palabras. Lo que trato de decir es que yo no te puedo mostrar cómo se hace una canción, o lo puedo mostrar y no va a funcionar. Vas a ver a un tipo poner un Mi, después de un Do sostenido menor, después un Si, después un Mi, y nada de eso es lo que hace que tenga sentido lo que escuchás. Hay algo que está en el medio que hace que funcione. No hablo de una matemática profunda de la música.

- Claro.

- Me doy cuenta que a veces entra información que vos no permitiste que entre. Por ejemplo, yo tengo un montón de cosas de Calamaro y nunca fui fanático de él, nunca me gustó demasiado. Tengo un montón de yeites y maneras de decir que encuentro recurrentemente, así como no encuentro a nivel de la creación de armonías cosas de Julian Casablancas de The Strokes. He tratado conscientemente de tomar algo de esa herencia y no he podido. El mejor ejemplo es La última rotación del sol, que es un disco que hice todo el tiempo escuchando a los Strokes y Phrazes for the young, un disco solista de él. Y yo lo escucho y no se parece. Se parece más a un disco de Cerati con alguna influencia de ese indie revival de los 2000, pero no particularmente el de los Strokes. Y Calamaro aparece. Charly Aparece. En estos últimos cinco años me estoy encontrando con Charly. Nunca lo había encontrado.

- ¿Te estás deteniendo en él?

- Sí. ¡Qué envidia me deben tener muchos de estar escuchando Charly a mi edad! Estoy descubriendo lo más grande que escuché en habla hispana en mi vida. Los 80 y los 90 son impresionantes. ¡La hija de la lágrima es un logro histórico! Me ponía a pensar y los Beatles solistas no sé si tienen tan buenos discos. Conozco esas discografías, las conozco en profundidad, y no sé si tienen esos discos.

- ¿Y tu voz? Tu timbre de voz...

- Lo sufrí bastante porque siempre estaba la necesidad de parecerme a cosas que no me podía parecer. El tema de la voz es lo que más me interesa. Me refiero a la voz de los instrumentos, esa cosa narrativa, lo que está diciendo. Yo estoy criado con la música en inglés, por eso me perdí de chico escuchar otras cosas. Cuando empecé a componer quería componer en castellano, pero no tenía discurso, había escuchado siempre música en inglés. Fue todo un trabajo, fueron muchos años. Pasé por Strokes, Artic Monkyes, Lou Reed, Scott Walker... mucha gente distinta y no encontraba mi modalidad. Pasé por Cerati, Spinetta, ahora Charly... En Charly estoy encontrando algo. Lo admiro mucho como cantante. No lo puedo no unir a su escritura. Es decir, hay un lazo entre esas palabras y esa voz. A mí me parece un cantante extraordinario, incluso en sus peores épocas, entre comillas. Yo escucho El Aguante, que es un mal disco según la crítica, y para mí es una bestialidad; tiene Pedro trabaja en el cine, Kill my mother y Tu arma en el sur. "Nunca mires hacia atrás, alejate de los demás..." [canta]. ¡Ya está! Para cualquier artistas esos tres temas podrían ser lo mejor de su carrera. Para mí lo serían, al menos. Kill my mother es una obra maestra, no sólo ese estribillo épico a los 3 minutos y medio: "Its only love, dont kill meeee" [canta], sino...

- En el medio la cita a Positively 4th Street de Dylan...

- ... sí, y pará: en el final está la cita a Enio Morricone. Toda esa coda orquestada con cuerdas y piano parece Cinema Paradiso a lo Charly. El peor disco solista para la crítica es un discazo. Y esa voz, cuando canta Pedro trabaja en el cine... Esa canción sería una estupidez cantada por otra persona. Sólo esa textura puede lograr hacer vibrar así, a mí por lo menos. Me parece fantástico tomar a Charly como ejemplo de un cantante en transformación. Es muy distinto cómo canta a lo largo de sus proyectos y sus discos.

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